Hace dos días me hackearon la cuenta de Instagram que me abrí hace 14 años, cuando vivía en Ámsterdam. Llevo tanto tiempo usando esta app que conservo emails reportándole fallos a Josh Riedel, el primer empleado que contrataron. Por el momento, y gracias a la ayuda de un diseñador de la compañía, he logrado recuperar el contenido de mi cuenta, pero recobrar el nombre de usuario que me robaron va a llevar más tiempo. Pase lo que pase, este es un buen recordatorio de que vivimos de prestado en las redes sociales, que publicar exclusivamente en ellas es muy arriesgado, y que la estrategia ganadora sigue siendo POSSE.

Las Tres Chimeneas
Paseo Improvisado